miércoles, 8 de agosto de 2012

De vuelta a los días de colores.


Esa etapa…
Esa etapa que todos recordamos con dificultad, esa etapa de la que quizás no recordemos ni un momento. Esa etapa que nos marca, que nos dice qué nos gusta, que no y les dice a los demás cómo seremos y qué esperamos recibir o qué daremos.

Paredes de colores diferentes, pisos alfombrados, colores por todos lados, pelotas, máscaras, disfraces, témperas, cajitas felices, parques de diversiones, algodón de azúcar, películas de Disney. Esa fue la descripción exacta de la etapa a la que me refiero.
La más bonita para la mayoría al momento de llegar a la siguiente etapa y a la vez, la más odiada por algunos. Mientras pasamos por la misma, queremos que los días pasen muy rápido para que nos tomen en cuenta. Al pasar a la siguiente etapa descubrimos que lo más bonito ya pasó y el haber llegado a la siguiente etapa no hace que te tomen en cuenta las personas mayores.

La extrañamos, la lloramos, la vemos reflejada en otras personas (o personitas en este caso) y es cuando nos damos cuenta de que la vida pasa muy rápido y no nos damos cuenta. Aconsejamos a estas personitas le aprovechen, pero la gran mayoría lo que hacen es quejarse y decir que quieren pasar a la siguiente etapa. Nosotros, sin embargo, sabemos que en la siguiente etapa nada, pero absolutamente NADA es color rosa.

Al verla pasar frente a nuestros ojos y notar que ya no la tendremos, que ya se agotó nuestro tiempo entonces decimos que la queremos de vuelta. Que la deseamos, que no la disfrutamos como debíamos, que no experimentamos lo suficiente y al tener la oportunidad y en caso de ser posible, volvemos a ella encerrados en un cuerpo un poco más crecido.

Es curioso y bastante chistoso, cuando estás en esa etapa no piensas en el hecho de que algún día, ya no estará… Pero entonces, llegas a la nueva etapa, todo es nuevo, comienzan las maripositas en el estómago, comienzas a salir sin un adulto, comienzas a vivir nuevas cosas y cuando ya tus padres te obligan prácticamente a salir sin ellos o sin su ayuda, entonces notas que algo está mal, aunque en realidad todo está muy bien o luce muy bien. Sólo que ya no eres un niño. Ya no tienes esa preciada etapa llamada “infancia” contigo.

Queremos volver a ver esos programas para niños tan buenos que pasaban en nuestros tiempos y ya no los hacen siquiera (SCOOBY TE AMO), volver a jugar Game Boy sin que nadie nos diga nada, ¡Queremos jugar vejiguitas en carnaval sin ser criticados!

Incógnita: ¿Cómo algo no tan lejano puede ser extrañado de esta forma?

La muerte. Mientras eres un niño no piensas en eso, sólo ves a tus familiares y vecinos llorando y apartándote de donde se encuentra la persona fallecida pero al crecer todo cambia, debes acompañarlos por muy poco que quieras y además de eso, en caso de ser un ser querido que estuvo presente constantemente en tu infancia el que se marchó, comienzas a recordar cada momento que pasaron juntos, colocas en un altar las cosas que te dio en algún punto de sus vidas y analizas en voz un bastante alta (Gritando)… ¡QUIERO MI INFANCIA DE VUELTA! Digo, para apreciar más su presencia y llorar su ausencia mientras duerme o toma un baño. Ok, demasiado exagerado, no dije nada.

Queremos volver a vivirla, repetirla mil veces de ser posible pero al reaccionar y mirar a nuestro alrededor, ya es tarde y es el turno de alguien más. Es hora de crecer, madurar y aceptar las cosas como son.
 De cualquier forma y para concluir; es hora de mirarnos en un espejo, ver el cambio y aceptarlo con todo lo que traiga porque al fin y al cabo, quizás la etapa en la que estamos la extrañaremos en algún momento, al igual que ahora extrañamos la anterior.

Después de todo, ¿Qué tan mal podrían salir las nuevas experiencias?...
Ariana Sánchez.

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