sábado, 22 de junio de 2013

Como un niño quiere a sus juguetes.

Ese amor  bonito… Irremplazable, único, especial. De esos que se ven poco y duran para siempre.

Muy buenas tardes.-
Hoy quiero dedicar mi entrada. A una persona especial, única e increíble pero evitando hacer mayor extensión al asunto.
Primero que todo, aclaro que como de costumbre; me desviaré del tema en reiteradas oportunidades… “Que no se pierda la bonita costumbre de…”

Continuar… Continuar sin razón, continuar sin lógica, continuar sin esperanza, continuar por inercia, por miedo a perder y terror a volver.
Muchas veces nos vemos involucrados en situaciones bastante difíciles. No logramos definir qué sentimos o qué queremos; perdemos nuestra identidad por completo y… ¿Cómo se recupera? Las opciones en realidad son bastante limitadas y concretas a su vez: Continúas siendo medianamente feliz y esperando algún día mejore ó terminas, optando por algo mejor pero inseguro. Sin embargo, a pesar de tener estas opciones claramente definidas en tu mente… No logras decidir. No sabes qué es lo que te conviene y decides crear una segunda opción: Amanecerá y veré.
Pero esto sigue sin resolver el problema. Podrías pasar días e incluso meses (pero nunca años) en esta situación y poco a poco te consume… Te cansa, te aburre, te desespera, te entristece, te quita el sueño y de repente sin darte cuenta tu vida gira en torno a eso.
¿Cómo lo controlas? Ya va… ¿Es eso posible, a caso es esa una solución? Porque si es así… Qué no darías por poder aplicarla.

Inútil sociedad. Inútil sociedad que nos dicta las reglas que hay que seguir. Que nos hace todo difícil, que nos complica la vida y nos hace comportarnos como unos cobardes al momento de amar a quien lo merece.
Todos dicen no seguir tabúes pero a la hora de la verdad actúan como lo dicta la sociedad. Pensando que es “lo mejor” pero, ¿Acaso eso les da tranquilidad?

Y se supera. Lamentablemente se supera, se olvida, se recuerda de vez en cuando pero por otro lado se espera otro mensaje, se sueña de vez en mes, se cuida de lejos, se protege y se admira.
Pero, a la vez se detesta. Se detesta por todas y cada una de las cosas que fueron prometidas, que fueron ese tipo de “pactos” que nunca se llamaron así pero en realidad eso solían ser y tomaron lugar en “lo nuestro” pero al final, cuando uno de los dos siente que ese “nuestro” ya no existe (cuando en realidad existe más que nunca) se olvida de todo… Como si ya nada importara, como si ya no valiera la pena, como si hubiera sido traicionado cuando en realidad nada de eso pasó. Ni en este mundo, ni en el paralelo a éste.

Yo particularmente, pienso que las personas no deben perder ese toque de honestidad que cada quien tiene. Si se promete algo, que se cumpla. Si se dice no se va a hacer algo, que no se haga. Si se tiene “algo” que no se deje ir y en su defecto, se respete. Aún cuando todo termina, se debe respetar el recuerdo y cumplir con cada cosa que fue prometida.

Extrañar. Extrañar porque además de costumbre, era un gusto que solías darte cada día, todo el día, en todo momento. Era como no necesitar nada más para estar bien, para poder respirar con tranquilidad… Y termina en suspiros, en buenos deseos, en esperanza a largo plazo, pero nunca en arrepentimiento.
Ese amor que dura para siempre, que por más que lo intentes nunca se va… Ese amor que estabas destinado a experimentar desde antes de nacer y en el cual las fuerzas químicas escapan de la razón. Y ahí se rinden, dándole un final no deseado y quedando con esas ganas infinitas de compartir sus vidas juntos.
Poco a poco esto crece… Sin verle el final, pero habiendo terminado.

Como un niño quiere a sus juguetes, así te quise yo.
Ariana Sánchez.